viernes, 6 de marzo de 2009

El desánimo: ¿adelgazar para qué?


Hace unos quince días ya me encuentro bastante desanimada y me cuesta seguir una dieta. Estuve comiendo porquerías y aumenté hasta los ¡89 horrorosos kilos! Se me está haciendo cuesta arriba y supongo que es por todo lo que está pasando en mi vida actualmente. Estoy sin trabajo, y dada la situación económica del país y mundial la gente se está matando por un puesto de trabajo. A eso hay que sumarle que el hecho de estar gorda hace que mi autoestima esté por el piso y que cuando vaya a una entrevista de trabajo esté tres horas fijandome que mierda me queda bien o siempre usando el color que todos los obesos sabemos usar para tapar nuestros rollos: el bendito negro. Sí, claro, como si la gente no se diera cuenta que uno es gordo porque usa negro, pero nosotros en nuestra cabeza pensamos que camuflamos nuestra grasa...

Ahora que me siento bastante bajoneada recurro a mi antigua amiga: la comida. Si es ella quien mejor me recorforta, mejor que el sexo, mejor que una montaña rusa, es esa acumulación de saliva que percibo en la boca cuando un bocado entra en ella, pareciendome al perrito de Pavlov...

Puta que difícil hacer dieta!!!!! Busco las mils y un razones para decir: "bueno Mariana dejáte de joder, dejáte de poner excusas y hacé dieta de una puta vez". Hace tres años, tres putos años que estoy dandole vueltas al asunto y la aguja de la balanza no hace otra cosa que ir para arriba en vez de para abajo.

Mañana, si es que la pereza no me gana pensaré en los motivos por los cuales quiero estar más flacas (si ya sé, la salud primordial, pero vamos a decir la verdad, por ahí uno es el último motivo que se le ocurre al momento de pensar en seguir una dieta).